Los ultraconservadores esperan para asaltar el Vaticano
El fallecimiento del papa Francisco marca un punto de inflexión para la Iglesia católica. Más allá del duelo que atraviesan millones de fieles, su muerte desencadena un proceso político, religioso y diplomático de enorme trascendencia: la elección de un nuevo pontífice. Y entre bambalinas, una corriente parece ganar terreno: los ultraconservadores, críticos del pontificado de Francisco y ansiosos por restaurar una Iglesia más doctrinal, jerárquica y centralizada.
La Sede Vacante y el inicio de un nuevo ciclo
Con la entrada en vigor del protocolo de Sede Vacante, el Vaticano inicia un proceso cuidadosamente reglado que culminará con la elección del sucesor. La maquinaria eclesiástica se mueve con precisión milimétrica: se suspenden todas las funciones ordinarias de gobierno, y el foco se traslada a la Capilla Sixtina, donde 138 cardenales electores, menores de 80 años, se encerrarán para escoger al nuevo papa.
El procedimiento no ha cambiado significativamente en siglos. Se requiere una mayoría de dos tercios en votaciones secretas sucesivas. El mundo entero estará atento al humo blanco, símbolo de que el futuro de la Iglesia ha sido decidido.
Vientos de restauración doctrinal
Durante los últimos años, el papado de Francisco ha promovido reformas centradas en la descentralización del poder, el diálogo con las periferias, la apertura pastoral hacia colectivos históricamente excluidos y la denuncia de los abusos dentro de la Iglesia. Pero estos cambios no fueron unánimemente bien recibidos.
En sectores de la Curia y en poderosos círculos eclesiásticos, se consolidó una resistencia silenciosa pero persistente. Y ahora, con la silla de Pedro vacía, esa resistencia ve su oportunidad.
Los cardenales del ala ultraconservadora han comenzado a moverse. Más organizados que en el pasado y con una red de alianzas tejida entre Roma, Europa y América del Norte, apuestan por revertir la herencia del pontífice argentino y reafirmar una identidad católica más rígida.
Candidatos del ala dura: ¿restauración o ruptura?
Aunque el resultado del Cónclave es impredecible, varios nombres empiezan a destacarse dentro de la corriente más conservadora:
Robert Sarah (79 años): guineano, ex prefecto de la Congregación para el Culto Divino, es uno de los líderes espirituales del tradicionalismo. Defiende la misa en latín y una visión moral firme, aunque su edad podría limitar sus posibilidades.
Raymond Leo Burke (76 años): estadounidense, conocido por sus críticas públicas al pontífice saliente. Defensor del derecho canónico y la liturgia tridentina, es la voz más dura contra las reformas pastorales.
Willem Jacobus Eijk (71 años): arzobispo de Utrecht, destaca por su postura inflexible en temas de bioética y moral sexual. Representa al conservadurismo europeo más intelectualizado.
Carlo Maria Polvani (60 años): italiano, de perfil más discreto, cuenta con respaldo dentro de la Curia vaticana. Su formación doctrinal y perfil técnico podrían hacerlo atractivo como figura de consenso entre sectores tradicionales.
Una Iglesia ante el espejo
El próximo papa definirá no solo la orientación doctrinal de la Iglesia católica en las próximas décadas, sino también su relación con el mundo moderno, sus prioridades sociales y su voz moral en el escenario internacional.
La batalla silenciosa que se avecina en la Capilla Sixtina es también una batalla por la identidad misma del catolicismo del siglo XXI: ¿continuar la apertura o retomar la tradición?