¡Que viene la Zafarronada de Riello!
Y como manda la tradición, el próximo sábado de Carnaval volverán a salir por las calles de Riello los zafarrones, vestidos de blanco, con pieles de cordero, grandes cencerros y sus características máscaras. Brincos y saltos, haciendo sonar incesantemente los cencerros, quizá para espantar los malos espíritus o puede que para despertar, en lo más profundo de la naturaleza, la incipiente vida que se anuncia con la llegada de la primavera.
La mascarada recorre las pocas calles de la localidad, de trazado sinuoso, aunque el punto neurálgico es la plazoleta de la iglesia, en la que se sitúa la hoguera. Cuando empieza a anochecer, comienza a arder la pira de leña de roble colocada en la plaza de la iglesia.
Zafarrones
En el entorno de la plaza se recortan sobre las escasas luces las siluetas de seres vestidos de blanco, con máscaras oscuras, que hacen sonar cencerros. Portan en sus manos retorcidas ramas y raíces de urz. Son los Zafarrones. Poco a poco se forma un grupo numeroso junto a una casa cercana, de donde sale una especie de rudo Toro y un Torero de ondulante muleta roja. Todos se acercan al entorno de la hoguera, donde los Zafarrones encienden sus naturales teas, creando fantasmagóricas figuras.
Es la hora de recorrer las calles haciendo sonar sus cencerros, arrojar la fertilizadora ceniza a los viandantes y alterar la paz de alguna casa, mientras emiten gritos guturales y asustan a la escasa gente que hay por las calles; llegan hasta los bares, donde entran con ruido y ulular de sus gargantas.
La tea
Mientras, el torero pretende parar al toro con pases de muleta, para que no intente cornear a las mozas que encuentra. Así van desgranando calle tras calle, con el ruido de los cencerros, el barullo que generan moviendo contenedores o tocando indiscriminadamente las campanas de la iglesia. Si se apaga la tea, se vuelve a encenderla. Al final, todos vuelven a la hoguera que mitiga el frío y a la que se acercan los espectadores.
Allí, siguen asustando a todos, con el torero intentando emular los grandes nombres del torero con algunos pases de rodilla. Cuando la hoguera pierde su fulgor, es hora de ir bien al baile del salón, bien a cambiarse de ropa, pues ya terminó la zafarronada. Se hace una gran hoguera en el entorno de la plaza de la iglesia con la doble finalidad de calentarse y de encender las raíces de urces de los Zafarrones.