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Los "hermanitos de Jesús" llaman a todo León

Una tradición que marca la Semana Santa de León despierta la ciudad para vivir su jornada más solemne al mismo tiempo que recorre la madrugada en su antesala
 

En el silencio más hondo de la ciudad enmudecida, cuando el reloj marcaba la medianoche del Jueves Santo, La Ronda ha irrumpido en León.

En la antesala de la madrugada, tres figuras vestidas de luto han portado esquila, clarín y tambor destemplado para anunciar que ha llegado la hora: el inicio del día más solemne de la Semana Santa leonesa, el Viernes Santo.

Y en medio de ese ritual de sombra y sonido, una voz se alza, clara y poderosa, con una frase que estremece y emociona: "Levantaos, hermanitos de Jesús, que ya es hora".

La pronuncia, desde hace años, Juan Carlos Saurina, protagonista de este momento único y custodio de una tradición que ha calado en lo más profundo del alma leonesa.

Un instante, una ciudad en vilo

El escenario, como dicta la tradición, es la Plaza de San Marcelo, frente al antiguo edificio consistorial. Allí, cientos de personas se congregan en silencio, entre el frío y la expectación, para asistir a un acto breve, pero cargado de simbolismo. Tras la llamada, una ráfaga de aplausos y el nudo en la garganta de muchos que saben que este gesto marca el paso de la noche a la solemnidad.

La popular Ronda no ha faltado a su cita, con la tradición y la solemnidad por bandera.

Ese grito ancestral no sólo convoca a los hermanos cofrades. Es una llamada a todo el pueblo leonés, una invitación a participar en la gran jornada de fe y recogimiento que está por comenzar.

Una tradición convertida en referente

La Ronda de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno se ha convertido en uno de los ritos más emblemáticos de la Semana Santa de León. No es sólo una costumbre: es una manifestación de identidad colectiva, que une a generaciones de leoneses en un mismo sentimiento. Su fuerza radica en la emoción, en el silencio compartido y en la certeza de que, año tras año, esta ceremonia sigue latiendo en el corazón de la ciudad.

Desde su primera aparición en San Marcelo, las tres figuras negras, envueltas en la noche, se desplazan por las rúas del casco histórico, tocando a las puertas simbólicas del poder civil, militar y religioso. La esquila suena primero, seguida del clarín y el redoble seco del tambor, marcando una cadencia que hiela el alma y convoca al recogimiento.

Los "hermanitos" en su tradicional acto ante San Marcelo.

El eco de los ausentes

Uno de los momentos más sobrecogedores llega en la parada frente a la iglesia de Santa Nonia, donde se celebra el responso por los hermanos fallecidos. Allí, la emoción se hace lágrima y el respeto se impone. Es un instante íntimo y solemne, donde la memoria se hace presente y la cofradía honra a quienes ya no están, pero siguen marchando en espíritu cada madrugada santa.

El abad, custodiado por la noche

Como manda la tradición, los rondadores deben visitar el domicilio del abad. Con la misma solemnidad, tocan a su puerta y le rinden honores. El acto es breve pero lleno de simbolismo: el abad queda “encerrado” hasta que, al alba, sea recogido para iniciar la Procesión de los Pasos, el gran desfile penitencial del Viernes Santo.

Un instante de la recepción institucional.

La ronda que no cesa

León no duerme esa noche. Mientras muchos regresan a sus casas con el alma estremecida, las figuras negras continúan su ronda. Calles desiertas, esquinas solitarias y la luna por testigo: la vigilia sigue. La ciudad antigua escucha, en cada rincón, el lamento ritual que recuerda la traición a Cristo y anticipa la Pasión.

Como relata la propia cofradía, “tres sombras enlutadas que, con la luna llena como única compañía, romperán el silencio de la madrugada, calle a calle, plaza a plaza, anunciando la traición al Hijo del Hombre”.

La vigilia se convierte en procesión

Con las primeras luces del amanecer, la Ronda reaparece, puntual y solemne, para abrir la Procesión de los Pasos. Es el pórtico sonoro de una de las manifestaciones religiosas más multitudinarias de Castilla y León. Marca la salida de los trece pasos de la cofradía desde la iglesia de Santa Nonia y acompaña, como sombra y sonido, el avance del cortejo por una ciudad que, una vez más, se rinde al silencio y a la devoción.

Un legado que emociona

La Ronda es mucho más que un acto ceremonial: es la memoria viva de León, una llamada al alma, una liturgia hecha de sombras, frío y emoción contenida. Año tras año, generación tras generación, la ciudad acude fiel a su cita con la noche del Jueves Santo. Y mientras esa voz siga resonando en San Marcelo, León seguirá en vilo, escuchando el clamor que lo dice todo:

"Levantaos, hermanitos de Jesús, que ya es hora".