"Ofrecer mis redobles de tambor en las Tres Caídas del 'Cristo de las Viñas' es lo más especial"
La Semana Santa no es solo una tradición para Sheila Martínez; es "un motor de vida", una vivencia que se extiende mucho más allá de los diez días de celebración.
Desde sus primeros recuerdos, esta festividad ha estado grabada en su memoria, marcando su identidad y forjando un profundo sentido de pertenencia.
25 años junto a la cofradía
"Mis primeros recuerdos son con una túnica puesta", confiesa Sheila, quien es hermana de la Cofradía de las Tres Caídas de Jesús Nazareno de San Andrés del Rabanedo desde su fundación. Este año, su cofradía celebra su 25 aniversario, y ella puede afirmar con orgullo que ha participado en cada acto y procesión sin faltar nunca.
Para Sheila, la Semana Santa no solo es un periodo de pasión y fervor religioso, sino una forma de vida. "Cada paso, cada sonido, cada ritual, cada momento vivido me conecta con una sensación de devoción que va más allá de lo habitual", asegura. Su infancia estuvo marcada por anécdotas entrañables, como la de ir atada al cíngulo de su madre para evitar escaparse o la emoción de llevar su primera cruz de madera, más grande que ella, pero que sostenía con orgullo.
El verdadero sentido de su Semana Santa
Su paso por la Semana Santa también estuvo lleno de momentos inolvidables, como aquellos años en los que, junto a su mejor amigo, llevaba el incensario con entusiasmo, llegando incluso a perder parte del contenido en su afán por impregnar las calles con su aroma característico. También fue manola durante varios años, pero el verdadero sentido de su Semana Santa lo encontró hace una década al unirse a la banda de cornetas y tambores de la cofradía.
"Lo que realmente da sentido a mi Semana Santa desde hace 10 años es acompañar musicalmente al Cristo de las Viñas. Ofrecer mis redobles de tambor mientras cae tres veces es el acto que define mi vivencia de estos días tan especiales", relata Sheila.
Miembro de la Junta de Gobierno
Su compromiso con la cofradía no se limita solo a su participación en la banda; también ha asumido responsabilidades dentro de la Junta de Gobierno como seise de comunicación y, más tarde, como seise de banda. "En numerosas ocasiones me han dicho que somos el futuro prometedor de esta cofradía. Aquellos niños que hace 25 años llenaban de alegría las procesiones, pronto seremos quienes llevemos con orgullo su nombre, manteniendo viva su esencia y tradición".
Una segunda familia
Para Sheila, la banda de cornetas y tambores no es solo un grupo de músicos, sino una familia. "Es mi pequeña gran familia, compuesta por madres, hijos, hermanas, hermanos y amigos, todos unidos por un mismo propósito".
Esta banda no solo marca el ritmo de la procesión, sino también el de su vida. Cada ensayo es un espacio de hermandad y aprendizaje, donde se fusionan la tradición y la innovación musical. "Nos esforzamos durante todo el año para que en esos días cada nota transmita la emoción y el respeto que sentimos por nuestra cofradía y nuestras tradiciones", explica Sheila. Menciona con orgullo que la banda ha crecido en número y calidad, atrayendo a más jóvenes y fortaleciendo el legado que ella y sus compañeros buscan preservar.
Esa unión, ese espíritu de fraternidad y pasión compartida es lo que hace que la Semana Santa sea, para ella, mucho más que una celebración religiosa: es un legado de amor y devoción que trasciende el tiempo.