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Los héroes de la pandemia

Antonio Gutiérrez, el médico leonés que murió en el 'campo de batalla'

Antonio Gutiérrez, médico fallecido por covid-19 y víctima de los problemas del sistema sanitario en aquellas fechas, en una imagen facilitada por la familia.
La historia de este médico, responsable del centro de salud de Eras de Renueva, resume la entrega y el sacrificio del servicio médico durante la pandemia

La muerte por Covid-19 del doctor Antonio Gutiérrez, quien ejercía como coordinador médico en el centro de salud de Eras de Renueva, dejó una huella profunda no solo por su carácter humano y profesional, sino también por las circunstancias que rodearon su final. Su historia no puede reducirse a una víctima más de la pandemia, sino que expone con crudeza las grietas de un sistema que falló incluso a quienes estaban en primera línea.

Su familia, tras sobreponerse al impacto emocional, decidió compartir su testimonio con el objetivo de generar conciencia y, como apuntaban entonces, "para que se tome conciencia de la persona que se ha ido, no se cometan los mismos errores y para que antes o después los responsables asuman su irresponsabilidad y mala gestión".

Era jueves, 12 de marzo de 2020. En el centro de salud donde Antonio ejercía, ya se vivía el colapso provocado por la llegada del coronavirus. Sin equipos de protección adecuados, sin mascarillas ni batas, apenas con unos guantes insuficientes, el personal sanitario hacía frente al aluvión de pacientes. En medio de esta precariedad, el médico decidió continuar en su puesto más allá de su jornada habitual.

"Estuvo sin medios, sin nada"

"Sin medios, sin nada, él estuvo trabajando 32 horas seguidas porque, simplemente, no había médicos. Le llamé varias veces para que se viniera para casa y él me decía que no podía, que tenía que quedarse, que había mucha gente y que tenía que estar allí porque no podían atender a todos y no se podía ir", recuerda su hija Ana, con la voz quebrada.

Cuando por fin pudo regresar a casa, lo hizo agotado. Dos días después, aparecieron los primeros síntomas. Aunque inicialmente pensó que era una gripe, la fiebre no tardó en superar los 38,5 grados. Aun así, decidió volver a su puesto los días 16 y 17 de marzo. La presión asistencial y la falta de personal le empujaron a no dejar el frente.

El día 17, tras comprobar el funcionamiento del nuevo sistema de seguimiento telefónico a pacientes, llamó a su hija y admitió: «No puedo más, me vuelvo para casa». Preocupado por su evolución, contactó con los servicios médicos de Sacyl.

"Llamó y le comentaron que se tomase Paracetamol y que se quedara en casa. Pese a ser personal de Sacyl nadie desplegó protocolo alguno para él, ni se le trató como personal de riesgo por haber estado en atención directa a pacientes con posible coronavirus. Él quería que se le hicieran pruebas y la respuesta fue la misma: Paracetamol y cama", recuerda Ana Gutiérrez.

Las dudas

Pese al evidente deterioro de su estado, pasaron dos días hasta que se logró que un equipo acudiera a su domicilio para realizarle la prueba diagnóstica. Pero el resultado, lejos de aportar claridad, arrojó más dudas. "Al parecer la prueba, simplemente, no daba ni positivo ni negativo, algo se había hecho mal y el resultado no era claro", lamenta su hija.

El 22 de marzo, Antonio continuaba en casa, sin mejora. La fiebre persistía, el Paracetamol no era suficiente y los consejos médicos seguían siendo contradictorios. No se consideró el ingreso hospitalario, pese al evidente agravamiento del cuadro.

El 23, su estado empeoró notablemente. "Delira dormido, está fatal y le tenéis que llevar al hospital", insistió Ana al personal sanitario. Pero nadie acudió. La sensación de abandono se intensificaba con cada llamada no atendida.

El auxilio de su hija

Finalmente, el 24 de marzo, y ante la falta de respuesta, fue su propia hija quien tomó la decisión de llevarle por su cuenta a Urgencias. "Desde el aparcamiento hasta urgencias fue apoyado en mí y casi arrastrándose, casi no podía caminar", rememora entre lágrimas.

Ese día fue el último en que pudo verlo con vida. "Sé que estuvo ocho horas en urgencias hasta que se decidió su ingreso con una neumonía bilateral. No me volvieron a llamar. Todo lo que supe de mi padre en cuanto a evolución clínica fue a través de su médico de cabecera, que se prestó a informarnos viendo el historial en su ordenador. A él le llegaron a decir que no precisaba de ingreso, eso sí que lo sé".

Gracias a ese médico de atención primaria supieron que Antonio había dado finalmente positivo en Covid-19. Pero el daño ya estaba hecho.

"Subid rápido"

El 2 de abril llegó la noticia que su familia tanto temía. Un compañero de profesión llamó a Ana con tono urgente: «Sube al hospital, tu padre está muy mal». Minutos después, la desesperación se apoderó de todo. "No se puede poner, ahora mismo le está intentando reanimar. Subid rápido", le dijeron.

No llegaron a tiempo para una despedida. No hubo última palabra ni consuelo. Solo la certeza de una pérdida y la herida de una atención que, según su familia, pudo y debió ser mejor.

Hoy, el testimonio de Ana y su familia sigue resonando como una denuncia silenciosa, pero firme. Una historia que refleja no solo el valor y entrega de un médico, sino también los errores de un sistema que no supo proteger a los suyos.