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'Genarín, valiente, queremos aguardiente'

Miles de personas acompañan a Genarín en su procesión bufa por la capital leonesa.
La popular figura pagana vuelve a reinar en la noche leonesa | León se rinde, entre orujo y versos, a su “santo” más canalla en una multitudinaria procesión pagana

Acabado el gran convite
cantaremos alabanzas
asomados a Las Tiendas
abarrotada la plaza.

Y ebrios desfilaremos
por la noche más canalla
gozando así de tu embrujo
y trepando a la muralla

“Genarín, valiente, queremos aguardiente” ha vuelto a ser el grito unánime de una ciudad que cada Jueves Santo mezcla lo sagrado y lo profano sin complejos. En esta edición, cerca de 30.000 personas se han sumado a la procesión del mítico Genaro Blanco, el pellejero que la historia y la leyenda convirtieron en el santo laico más celebrado de León.

La noche fue una fiesta desbordante de versos burlescos, brindis y memoria popular. La ciudad, entregada a su personaje más irreverente, ha revivido una de sus tradiciones más queridas, tras años de restricciones y cambios de recorrido.

Versos y orujo, paso a paso

La cita comenzó tras el tradicional convite de la Cofradía de Genarín, con el cortejo arrancando desde Puerta Moneda. El recorrido, salpicado de paradas rituales y lecturas poéticas, serpenteó por calles cargadas de historia: Herreros, Capilla, Juan II, Fernández Cadórniga, Zapaterías y San Martín.

Desde allí, los genarianos avanzaron con paso festivo por Plegaria, Platería, Cardiles y La Paloma hasta alcanzar la calle La Sal, donde se realizaron los 30 pasos rituales antes de rendir homenaje al evangelista Pérez Herrero, en el lugar donde yace su lápida.

Y todo, envuelto entre la burla y el orujo, entre el mito y el desenfado.

"Y siguiendo sus costumbres, 
que nunca fueron un lujo,
bebamos en su memoria 
una copina de orujo" 

Burla, memoria y ritual

Uno de los momentos más esperados fue el Certamen Genariano de Versos Burlescos donde no faltaron rimas picantes, crítica social y homenajes cargados de ingenio. Desde allí, la comitiva puso rumbo a la Plaza de la Catedral, para una nueva lectura poética, y continuó hacia Santa Marina, saliendo extramuros por el arco de San Alvito, en un guiño a la tradición recuperada.

Por motivos de seguridad, se restringió el acceso del público al tramo final entre el arco de San Alvito y el arco de la Cárcel, garantizando un cierre más ordenado de la celebración.

En imágenes


El retorno al cubo

La gran culminación tuvo lugar, por fin y tras cinco años de espera, en el simbólico tercer cubo de la muralla en la calle Carreras, donde Genarín encontró la muerte atropellado por el primer camión de basura de León en 1929. Fue allí donde el Hermano Colgador trepó la muralla con la agilidad de siempre para depositar las ofrendas tradicionales: pan, queso, una naranja, una corona de laurel y la imprescindible botella de orujo.

A sus pies, la imagen del santo pagano —con sus inseparables cubas de orujo— presidía un acto que mezcla ironía y devoción, entre aplausos y lágrimas, entre carcajadas y silencios.

Una ciudad que no olvida

León, una vez más, ha demostrado que en su Semana Santa hay espacio para todos los credos, incluso los que nacen de la calle y el vino. Genarín vuelve a ser, al menos por una noche, el patrón del exceso, el símbolo del ingenio y el refugio de los irreverentes.

Porque aunque pasen los años, la figura de Genarín permanece viva en la memoria popular y en el corazón de una ciudad que lo venera a su manera: entre versos, orujo y libertad.

¡Que tiemblen estas murallas,
este suelo adoquinado,
Genarín está de vuelta
aquí nadie lo ha olvidado!

No hay fuerza sobre la tierra
que nos borre tu recuerdo,
por mucho que el tiempo corra,
aunque quemen los cuadernos.