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Fe, sentimiento y unión bajo tierra: lágrimas y devoción por los mineros caídos en Laciana

La lluvia no detuvo el homenaje más íntimo y conmovedor de la Semana Santa de Caboalles, donde el recuerdo de los cinco mineros fallecidos en Cerredo se convirtió en el alma de una ceremonia marcada por el dolor y la fe
 

La localidad de Caboalles de Abajo, en el corazón de Laciana, vivió este año una de sus procesiones más emotivas. No fue por el recorrido —cancelado por la lluvia— ni por la multitud habitual en las calles. Fue por el silencio denso, por los crespones negros, por las lágrimas contenidas y por el recuerdo eterno de cinco hombres que no volverán a ver la luz del día.

En el interior de la iglesia de Santa María, la imagen del Cristo de los Mineros, patrón de los que trabajan bajo tierra, presidió una ceremonia cargada de simbolismo y recogimiento. Allí se rindió homenaje a Ibán, Jorge, Rubén, Amadeo y David, los mineros fallecidos el pasado 31 de marzo en la mina de Cerredo (Asturias), a escasos kilómetros de esta tierra que los siente como suyos.

La fe que sobrevive al carbón y al tiempo

Desde 1970, cuando se fundó la Cofradía del Cristo de los Mineros, cada Viernes Santo se convierte en una cita ineludible para los lacianiegos. Y aunque el carbón ya casi no brilla en las galerías, el espíritu minero sigue latiendo en el pecho de quienes aún recuerdan el zumbido de los martillos, el crujir de la tierra y el riesgo diario.

El Cristo, una talla del siglo XVIII, suele recorrer las calles en andas, llevado por mineros con sus fundas, cascos y linternas encendidas. Este año, esa imagen no desfiló bajo el cielo nublado, pero sí lo hizo entre las paredes de piedra de la iglesia, donde la emoción no encontró resguardo.

Las mujeres portaron a la Dolorosa, símbolo de las madres, esposas, hermanas e hijas que esperan y rezan. Los hombres cargaron con el Cristo. Juntos, rindieron el más profundo de los homenajes, donde cada paso fue un recuerdo, cada mirada una plegaria.

Más cofrades que vecinos

Con más de 700 miembros inscritos —algunos llegados desde Madrid, Asturias o Galicia— la Cofradía del Cristo de los Mineros es el alma de Caboalles de Abajo. “Tenemos más cofrades que habitantes censados”, comenta con orgullo Leandro Fernández, vicepresidente de la hermandad. El pueblo cuenta con unos 800 vecinos registrados, aunque apenas 500 residen habitualmente.

El carácter único de esta celebración la convierte en la más relevante del valle, ya que en todo Laciana apenas se realizan procesiones durante la Semana Santa. Esta es la que congrega, emociona y sobrevive año tras año, como un símbolo de resistencia, de memoria colectiva y de fe minera.

Además de su función religiosa, la cofradía mantiene un firme compromiso social. Sus estatutos recogen la obligación de ayudar a quien lo necesite, especialmente en tiempos de crisis, desempleo o huelga. Porque aquí, ser cofrade es también una forma de cuidar al otro.

Un Cristo que no olvida a sus hijos

Cada año, la imagen del Cristo regresa a su capilla tras Semana Santa, donde aguarda silencioso, con la lámpara siempre encendida por los que bajan a la mina… o por los que nunca volvieron. Es una presencia constante, una fe viva que trasciende los actos y las fechas.

En toda España solo existen dos Cristos dedicados exclusivamente a los mineros: uno en La Unión, Murcia, y este, en Caboalles. Y tal vez por eso, por su rareza y verdad, por su barro y su silencio, este Cristo se ha hecho eterno en el corazón de su pueblo.

"Aquí no se baja solo a la mina. Aquí se baja con fe. Y cuando uno no regresa, todo un pueblo lo eleva", se pudo escuchar.