El Heraldo vuelve a León

¿Qué es un heraldo (de León) y cuál ha sido su papel a lo largo de la historia?

Una procesión de heraldos en el entierro de Isabel I de Inglaterra.
Inviolables mensajeros del rey, actores fedatarios, jueces en el campo de batalla y comunicadores del pueblo su papel ha sido clave a lo largo de la historia

Les damos la bienvenida al mundo del Heraldo de León. Pero antes de mostrarles nuestras señas de identidad les preguntamos: ¿Qué o quién es un heraldo?

Un heraldo era la persona que tenía el oficio de llevar la correspondencia epistolar, "a pie" o "a caballo", utilizando (o no) las postas situadas en los caminos (separadas una de otra entre dos y tres leguas, para facilitar que los mensajeros u otros viajeros tuvieran caballos de refresco, para ir con toda diligencia de un lugar a otro, incluso entre países diferentes).
Tenían como misión hacer pasar de unos puntos a otros los pliegos y cartas del gobierno y los particulares por cierto precio correspondiente a las distancias y al cuidado que exigía tan importante servicio.

El correo no solo era un empleado del gobierno, sino que estaba sujeto en temas de jurisdicción civil y criminal en sus propios tribunales privativos.

Un poco más de historia…

Casi todos los pueblos europeos tuvieron sus heraldos, si bien con nombres diferentes, pero cuyas funciones en lo general eran las mismas. Leemos en el libro de Deuteronomio que la ley prohibía a los israelitas atacar una ciudad o un pueblo sin haberle antes ofrecido la paz, lo que no podía hacerse sino por medio de una especie de heraldos.

Heraldo imperial, 1703.

En toda la historia heroica, principalmente en la Ilíada, los oficiales llamados heraldos representaban un papel importante. Su carácter era sagrado y Homero los llama divinos, inviolables, grandes y admirables. El primer libro de la Ilíada nos ofrece una prueba indudable del respeto que se les tenía al leer el modo respetuoso con que Aquiles recibe a los heraldos que Agamenón envió para apoderarse de la joven Briseis.

Las funciones de los heraldos eran muchas. Podían entrar en las ciudades sitiadas o mezclarse en medio de los combates, sin que nadie se atreviese a herirles. Convocaban las asambleas de los jefes o generales, imponían silencio a la multitud antes de que hablaran los reyes para que se oyeran sus discursos y les presentaban con su arenga.

Estos oficiales estaban consagrados a Mercurio y encargados de publicar y de declarar la guerra o la paz, proclamaciones que solían hacer en verso. Tomaban una parte en las ceremonias sagradas; mezclaban el vino y el agua en grandes cráteras para las libaciones solemnes que se hacían a la conclusión de los tratados; conducían a la víctima, la despedazaban y la repartían entre los asistentes.
 
Los griegos conservaron por mucho tiempo el uso de los heraldos. Los había asimismo en los juegos olímpicos, los cuales se servían de la tuba o trompeta para la promulgación de los juegos, de los tratados y de los sacrificios.

Edad Media

En la Edad Media los heraldos cumplían un papel importante: junto con los persevantes o prosevantes, oficiales inferiores a ellos, formaban en Francia una especie de colegio que tenía sus estatutos y un rey de armas. 

Para pertenecer a ese colegio se exigían pruebas de nobleza y un conocimiento exacto y profundo de la ciencia del blasón, de la que eran examinados. Esta ciencia se llamaba ciencia heráldica, palabra derivada de heraldo porque una de las primeras obligaciones de estos oficiales era componer y arreglar las armas a los nuevamente creados nobles.

Estaban especialmente encargados de declarar la guerra y los desafíos. Los soberanos a los cuales se enviaban, los solían recibir con cierto aparato. Una declaración de guerra a fuego y a sangre se hacía algunas veces por dos heraldos, uno de los cuales llevaba una espada teñida de sangre y otro una tea o hacha encendida. Los oficiales de armas o heraldos debían hallarse en el campo de batalla en los días de alguna acción y desde un lugar elevado observar qué caballeros se distinguían más para después del combate dar parte al general y redactar en seguida memorias exactas de todo lo que había pasado. 

Ellos eran también los que tocaban retirada o hacían cesar la acción gritando hola de parte del rey o del general. Eran asimismo los que distribuían las recompensas militares y los que repartían entre los vencedores los despojos de los vencidos.

Heraldo imperial

Por conducto de los heraldos se reclamaban los prisioneros y después que una plaza había capitulado, marchaban delante del gobernador de la ciudad rendida. La publicación de la paz se hacía también por los heraldos. 

Para esta ceremonia antiguamente se presentaban coronados de guirnaldas de olivo llevando al mismo tiempo una rama de él en la mano. La ciudad en que ésta se hacía les pagaba una moneda. Convocaban igualmente las cortes o estados generales y en estas asambleas cuidaban de mantener el buen orden haciendo el oficio de ujieres. Asistían a la consagración y coronación de los reyes y al bautismo y desposorio de los infantes. 

Ellos eran también los que anunciaban al pueblo la muerte de los reyes, y todo el tiempo en que el cadáver real permanecía en el lecho de parada le hacían la guardia noche y día presentando mientras tanto el agua bendita a los grandes que iban a hacer un aspersorio al difunto. En las ceremonias fúnebres de los reyes asistían vestidos con un traje de luto, y eran los que encerraban en la tumba el cetro, la mano de justicia y demás distintivos de honor.

Presidían siempre los torneos, las justas, los carruseles y los otros ejercicios militares, siendo ellos los encargados de disponer todos los preparativos. Se les enviaba a los países extranjeros para anunciarlos e invitar a los caballeros y escuderos a asistir a ellos. 
Los heraldos eran los superintendentes de las armas o distintivos de nobleza; castigaban a los nobles que no se portaban como correspondía a su clase degradándoles; se les franqueaban todos los archivos para examinar las ascendencias de las familias y arreglar sus genealogías.