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'La niña que jugaba a ser Dios', de Dan Lungu: literatura rumana contemporánea

'La niña que jugaba a ser Dios' (ya descubrirá el lector la razón del título), es, sin duda, una excelente obra en la que Dan Lungu ha sido capaz de presentar una realidad social que escuece
Imagen de la portada del libro.
Imagen de la portada del libro.

Son muchos los años que han pasado desde la publicación en castellano de ‘¡Soy un vejestorio comunista!’ y ‘El paraíso de las gallinas’ que pasan por ser dos de las obras más conocidas y traducidas del escritor rumano Dan Lungu (Botosani, 1969). 

A pesar de ser uno de los autores contemporáneos de mayor prestigio en Rumanía, es bastante probable que los lectores españoles no estén familiarizados con su nombre y, para ser sinceros, probablemente tampoco pudieran proporcionar ningún otro nombre de escritores rumanos más allá de los de Eugène Ionesco, Mircea Elíade, Emil Cioran y, en el mejor de los casos, Herta Müller, premio Nobel de Literatura en 2009. 

Ese desconocimiento de la obra de Lungu en nuestro país es una de las razones, aunque no la única, que ha empujado a Amarillo Editora, una editorial independiente nacida en Madrid en 2022, a abordar la publicación de ‘La niña que jugaba a ser Dios’, una novela escrita por Lungu en 2014 que gira sobre la emigración rumana en Europa y, tal como dice su autor, sobre los niños que se quedan solos en casa, sobre las relaciones de familia y sobre la Europa profunda. Una novela, en fin, que proporciona claves fundamentales para comprender la emigración que se inició tras la revolución rumana y la caída de Nicolae Ceaușescu en 1989 y que afectó en 2020 a casi cuatro millones de rumanos, más del 20% de la población total del país. 

Dan Lungu

Dan Lungu, que además de escritor es profesor de Sociología en la Universidad de Iași, construye un relato coherente y amplio que va alternando las vivencias de Rădița y Letiția, las dos protagonistas indiscutibles de la novela.  Letiția ha decidido emigrar a Italia de manera temporal para trabajar como interna y así solventar las dificultades económicas por las que pasa la familia. 

En Rumanía han quedado las dos hijas, Malina y Rădița, en una extraña situación. Malina vivirá con su padre, Vali, mientras que Rădița, la pequeña, queda al cargo de los abuelos maternos que aprovecharán la circunstancia para arreglar su casa. La narración discurre entre el día a día y la inocente visión de la realidad de Rădița, que pronto se obsesiona con la idea de planear una fuga para ver a su madre, y la dramática realidad de un entorno poblado de interesantes personajes cuyas vidas están marcadas por el interés de progresar en una sociedad poscomunista que tratan de dejar atrás. 

Por su parte, la culta y formada Letiția, criada de la familia Bosse para atender a la anciana Nona, ve cómo el tiempo pasa y comienza a intuir, en el contacto con las durísimas experiencias de muchos rumanos en Roma y sus inmensas dificultades (fantástico el personaje de Laura, que ha sido compañera de colegio de Letiția, superviviente donde las haya), que no existe la emigración temporal. Que las familias que han quedado en Rumanía se instalan en el olvido y cada vez exigen más generando un bucle del que parece imposible salir.

Petru Cosoi

Nada sobra en esta novela por la que transitan numerosos personajes de una pequeña sociedad en la que las relaciones personales todavía son muy importantes y en las que los mayores viven en un deseado nuevo mundo sin poder olvidar completamente el antiguo a pesar de las dificultades, penurias e humillaciones que soportaron. Es el caso de Petru Cosoi, el abuelo de Rădița, que ha sido director de escuela o del tío Miluta, profesor de matemáticas. 

Por cierto, que en una nota a la edición se alude precisamente a la conservación en el texto de “una expresión típicamente rumana, que denota la marcada dimensión rural del país. Se trata del uso de la palabra tío o tía (tío Mirón…, la tía Vinagre…) para referirse a personas mayores, que no necesariamente son los hermanos del padre o de la madre”. Algo nada sorprendente para los leoneses que han usado exactamente la misma expresión hasta mediados, y aun después, del siglo XX exactamente en el mismo contexto rural. Una curiosidad que vincula dos sociedades muy alejadas y aparentemente inconexas (salvo la lengua, claro está, dado que el rumano es, como la nuestra, neolatina).

‘La niña que jugaba a ser Dios’ (ya descubrirá el lector la razón del título), es, sin duda, una excelente obra en la que Dan Lungu ha sido capaz de presentar una realidad social que escuece, la tristeza del desarraigo que provoca la emigración y las consecuencias que genera en la sociedad, sin renunciar a la ironía y al humor. 


La niña que jugaba a ser Dios
Dan Lungu
Traducción de Borja Mozo
Amarillo Editora, 2025
440 páginas