"Aunque sea leonesa, tengo el corazón dividido entre Cimanes y Mansilla"

Originaria de León capital, aunque nunca se ha considerado una “urbanita”, Patricia Ámez es una apasionada de la vida rural. Durante su infancia y adolescencia, siempre que tenía un hueco libre, lo disfrutaba en su pueblo materno, Mansilla de las Mulas, y ahora, se siente “superafortunada” de poder vivir en un pueblo, Cimanes de la Vega, y disfrutar de la tranquilidad que le ofrece.
“Nací en León, allí me crie con mis padres y mi hermano y siempre he vivido en la ciudad, hasta que me mudé a Cimanes”, comienza Patricia. “También estudié siempre en León, en el cole de Las Anejas, después en el Juan del Enzina y, finalmente, en la Universidad de León”, donde asegura que hizo grandes amigos que aún a día de hoy conserva.
Pero lo cierto es que, a pesar de ser de la ciudad, “nunca pasé mi tiempo libre en León, siempre disfrutamos mucho del pueblo”. Su familia paterna era de Villadangos, pero los más cercanos también vivían en León, por lo que la única escapada rural que tenía por aquel entonces era el pueblo de su madre, en el que vivía (y vive) gran parte de su familia, Mansilla de las Mulas. “Todo fin de semana, puente, vacaciones, según salíamos del cole, para allá que nos íbamos. Siempre he tenido una estrecha relación con Mansilla y allí están unas personas muy importantes para mí”, declara Patricia.
Vida universitaria, la mejor época
“La etapa de la universidad, claramente, fue la mejor época de mi vida, incluyendo cuando estaba en León y cuando estaba en Mansilla”, durante esos años, en los que Patricia estudiaba Economía en la ULE, su ocio en la ciudad se limitaba a salir por el barrio a caminar, “iba a vera mis abuelos y a mi tía”, también aprovechaba a tomar algún que otro café “con mis amigas de siempre, en el bar de siempre”.
Fue también en aquel momento, a los 20, por mediación de una amiga de la universidad, cuando conoció a Cristian, su pareja, originario de Cimanes de la Vega. “Poco a poco me fui arrimando más a su pueblo, en el que vivo ahora y donde me han acogido muy bien”, asegura Patricia. A sus planes rurales se sumó uno nuevo, visitar, durante los fines de semana, a Cristian en Cimanes, lugar que nunca descartó como su futuro hogar, dado que su pareja quería quedarse allí.

Trabajo e independencia
Cuando Patricia terminó la carrera, que no sus estudios, empezó en el mundo laboral de manera “más oficial”, y es que, en el último año en la universidad ya trabajaba cuidando a unos niños, pero al finalizar, comenzó en el departamento de contabilidad, gestión y administración de una compañía que vende ecógrafos para veterinaria, “indirectamente ligada también al mundo rural”.
“Siempre dije que en el momento en que empezase a trabajar, me iba a independizar, y así fue. Tardé cinco meses desde que empecé hasta que me fui a vivir, finalmente, a Cimanes”, relata Patricia. “Llevo viviendo aquí casi tres años y soy la forastera”, asegura y detalla que, la típica pregunta que le hacían en Mansilla de “¿y tú de quién eres?”, en Cimanes se ha convertido en “¿y tú de dónde eres?”, a lo que Patricia siempre responde: “Yo soy de Mansilla, siempre me he considerado de Mansilla, aunque haya vivido siempre en León y haya nacido en León. Mansilla siempre estará dentro de mí”.
En el año 2022, Patricia emprendió como autónoma, “gracias a un tío mío y su socio, que confiaron en mí muchísimo. Me seguí formando, en este caso en tema de materia de protección de datos”, detalla. Pero a pesar de que esta parte de su vida laboral no prosperó, Patricia se lleva el aprendizaje, algo que ve básico en su vida, la formación continuada. Y es que, aunque expone que nunca ha sido una estudiante ejemplar, siempre ha conseguido sacar lo que se proponía, algo que agradece a sus padres, por el apoyo que siempre le han dado, “incluso en los peores momentos, con las peores notas”. Y dentro de esta formación constante, en la actualidad, Patricia está realizando un curso por la Universidad Europea, “para seguir creciendo”.
Como trabajadora, se considera “una persona superafortunada, ya que estoy trabajando de lo que estudié, economía, en una empresa de León, en la que tengo el gran privilegio de poder teletrabajar. Gracias a mi jefe, que me ha dado la oportunidad, puedo trabajar de lo que me gusta desde mi casa, en Cimanes”, afirma y continúa, “voy un día a la semana a León y aprovecho para visitar a mi familia”.
También algunos fines de semana se acerca a Mansilla, “un lugar muy importante para mí”, para ver a su abuela y disfrutar de ella, “también al resto de la familia, claro”, añade.

Vida rural, calma y ocio
Sus momentos de ocio en la actualidad son simples, pero muy reconfortantes, “aprovechamos para escaparnos en cuanto podemos, siempre me gustó un montón salir de la rutina”, afirma. Pero no solo eso, en su día a día también busca momentos de desconexión de su trabajo, “en cuarentena empecé a aficionarme al trabajo con pesas y cardio dentro de casa. Ahora sigo haciendo la primera parte en el interior, después de trabajar, pero valoro mucho poder hacer mi cardio caminando por los caminos del pueblo”, relata Patricia. Y es que así es como expone otro de sus grandes placeres de la vida rural, “salir a caminar con mi perro, Tico, aunque sea por los caminos de alrededor. No hay tanto ruido, no hay tanta gente”. Pero además, la vida en Cimanes no resulta aburrida, “llega el fin de semana y aquí todo el mundo sale, la gente es muy sociable, sale un montón, entonces nunca te aburres”, asegura Patricia.
Es cierto que no todo es ventajoso cuando se habla de vivir en un pueblo de apenas 500 habitantes. Aunque lo que más echa de menos Patricia no es el bullicio de la ciudad, ni los servicios disponibles, “en Cimanes hay de todo, bar, médico, incluso gimnasio. Además, Benavente, que tiene de todo, está solo a 10 minutos”, lo que más extraña de su antigua vida en León es tener cerca a su familia, “no es muy lejos, son solo 40 minutos, pero echo en falta salir a dar un paseo y poder acercarme a ver a mis padres a tomar un café y darle un beso a mi abuela”, explica.
Pero tiene claro que, a pesar de este aspecto, su vida está y seguirá estando en Cimanes. “Adquirimos una casa que vamos arreglando poco a poco y la idea es formar nuestra familia aquí”, además, asegura haberse sentido muy acogida en su pueblo de adopción, “aunque mis padres y mi hermano estén lejos, tengo cerca la familia de Cristian, que también me cuida mogollón y gracias a los que podemos estar llevando a cabo la reforma”, agradece Patricia.

La vida de sus sueños
Una vida, que para muchos podría ser aburrida, pero que para Patricia se ha convertido en la vida de sus sueños. Cimanes le aporta todo lo que necesita, puede llevar a cabo su trabajo, que le apasiona, y le permite la opción de desconectar en un entorno natural y tranquilo. Infinidad de planes y metas por llevar a cabo, una reforma en marcha y la planificación de una boda. Todo esto se resume en una gran calidad de vida. “Todo el mundo me llamaba loca cuando dije que me iba a venir a vivir a un pueblo y sin duda es la mejor decisión que he tomado. Aquí está la loca, más feliz que una perdiz”.
Pero lejos de Cimanes, Patricia tiene otra parte de su corazón, en el que considera su pueblo, Mansilla de las Mulas. Y es que, tal como asegura Patricia, “aunque yo sea leonesa, yo ahora mismo tengo el corazón dividido solamente entre Mansilla y Cimanes. Cimanes porque me han acogido como que estuviera en casa y Mansilla porque da igual el tiempo que pase sin ir, siempre será mi casa, siempre la sentiré como mi casa”, finaliza.