Utrero: el pueblo que se salvó del agua, pero no del olvido

Utrero, conocido como el balcón de la montaña, fue un pequeño pueblo leonés perteneciente al municipio de Vegamián. Su situación privilegiada, a mayor altitud que otros pueblos cercanos, le permitió escapar del destino de Vegamián, Campillo, Armada, Lodares, Ferreras y Quintanilla, que quedaron sumergidos bajo las aguas del embalse del Porma a finales de los años 60.
Pero esa aparente salvación fue en realidad el principio de su fin, aquello fue una condena en el tiempo, una especie de irreal presencia sumamente dolorosa para sus habitantes.
Expropiaciones y aislamiento
A pesar de no quedar sumergido, a Utrero se le expropiaron sus tierras de cultivo, se cortaron sus vías de comunicación y su actividad económica se desmoronó.
Sin tierras, sin acceso y sin futuro, sus habitantes no tuvieron más opción que marcharse. Las casas quedaron vacías, el ganado se dispersó, y la vida que aún latía en sus callejuelas comenzó a apagarse.
Saqueo con permiso
El golpe definitivo llegó en 2003. La Confederación Hidrográfica del Duero, propietaria del pueblo, autorizó el desmantelamiento controlado de las casas. Cualquiera que lo solicitara podía llevarse piedras, tejas o cualquier otro material.
El saqueo fue masivo. Las viviendas, algunas con siglos de historia, desaparecieron casi por completo, reduciendo el núcleo a un puñado de construcciones en pie.
Un pasado de riqueza rural
Antes del éxodo, Utrero era un pueblo próspero dentro de su humildad rural. El monte Regalar proveía de madera de haya y roble. La ganadería, especialmente vacuna, y el cultivo de trigo, centeno, patatas y legumbres sostenían a las familias. También contaban con un molino harinero transformado en central eléctrica, que abastecía a varias aldeas cercanas.
En 1950, el censo contabilizaba 110 habitantes. Tenían luz eléctrica gracias a una pequeña fábrica en Las Cuevas y hasta un lavadero construido con dinero de las subastas de madera. Era un pueblo vivo, con horizonte.
La voz de sus hijos
Este fin de semana, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Boñar, antiguos vecinos y descendientes de Utrero se reunieron bajo el lema “La fuerza de un pueblo es la voz de sus hijos”. Organizado por la Asociación Espíritu del Agua, el encuentro sirvió para rescatar la historia, las memorias y el legado de una aldea que nunca debió morir.
No hubo campanas de hundimiento para Utrero, pero sí un silencio largo y doloroso. Hoy, sus hijos quieren romperlo.