La trampa arancelaria

El 'Día de la Liberación' podría pasar a la historia con una amarga ironía. Los recientes anuncios de Estados Unidos sobre la imposición de nuevas cuotas arancelarias representan un grave retroceso para la economía global y los principios del libre
comercio.
Estas medidas, que establecen un arancel mínimo del 10% a todas las importaciones y tarifas adicionales "recíprocas" calculadas, como se ha descubierto, en función del déficit comercial con diversos países, no por reciprocidad de imposición,
constituyen una política proteccionista que, lejos de fortalecer la economía estadounidense, amenaza con desencadenar una guerra comercial con consecuencias impredecibles.
Esta política arancelaria se fundamenta en premisas económicas erróneas. El principal error es vincular directamente las tarifas al déficit comercial bilateral, como si este reflejara exclusivamente prácticas comerciales desleales. La realidad, ampliamente respaldada por economistas, es que los déficits comerciales obedecen a múltiples factores macroeconómicos, como patrones de ahorro e inversión, tipos de cambio y las ventajas comparativas naturales de cada economía.
La supuesta "reciprocidad" que justifica estas medidas es una falacia. Una verdadera política comercial recíproca buscaría equiparar condiciones arancelarias entre socios comerciales, no penalizar arbitrariamente en función de desequilibrios comerciales. La fórmula utilizada (aproximadamente la mitad de la ratio entre déficit e importaciones) carece de sustento económico sólido y ha generado tarifas tan elevadas como 34% para China, 46% para Vietnam y 20% para la Unión Europea. El impacto real de estos aranceles será pagado por los ciudadanos estadounidenses.
El precedente de los aranceles Smoot-Hawley de 1930, aplicados durante la Gran Depresión, llevó a represalias generalizadas que profundizaron y prolongaron la crisis económica globa
En esencia, un arancel es un impuesto que encarece directamente los bienes que consumen las familias. Según estimaciones del Yale Budget Lab, estas políticas podrían elevar los gastos promedio por hogar en unos $3,800 anuales, afectando productos cotidianos como ropa, electrodomésticos y vehículos. Por ejemplo, el sector textil sufriría incrementos del 17%, mientras que en el sector automotriz el aumento podría oscilar entre $2,500 y $5,000 por vehículo. Este efecto inflacionario resulta especialmente perjudicial para las familias de menores ingresos, quienes destinan una mayor proporción de su presupuesto al consumo básico.
Históricamente, estas medidas no han resultado eficaces. El precedente de los aranceles Smoot-Hawley de 1930, aplicados durante la Gran Depresión, llevó a represalias generalizadas que profundizaron y prolongaron la crisis económica global. En contraste, la reducción de barreras comerciales, como sucedió con la creación del mercado único europeo o el acuerdo comercial T-MEC entre Estados Unidos, Canadá y México, ha demostrado beneficios claros: crecimiento económico sostenido, incremento en la competitividad empresarial y mejoras en el bienestar de los ciudadanos.
Estas tarifas no solo encarecen la vida cotidiana, sino que además dañan profundamente el tejido empresarial. En lugar de promover la competitividad y la innovación, los aranceles protegen artificialmente a empresas ineficientes que, en condiciones normales, serían desplazadas por competidores más capaces. Al mismo tiempo, perjudican a las empresas estadounidenses eficientes que dependen de cadenas globales de suministro para sus operaciones. Un ejemplo claro fue el de Stellantis, que se vio obligada a detener producción y despedir trabajadores tras la imposición de aranceles previos en el
sector automotriz.
Las consecuencias macroeconómicas también son preocupantes. J.P. Morgan estima que estas medidas podrían reducir el crecimiento del PIB estadounidense en 0.2 puntos porcentuales y aumentar la inflación. El Yale Budget Lab prevé efectos aún más graves, como una reducción del crecimiento de hasta 0.9 puntos en 2025 y una caída del 10% en exportaciones reales. Además, estas políticas perjudican especialmente a economías emergentes, que dependen del acceso a mercados internacionales para sostener sus procesos de desarrollo y reducción de la pobreza. Un comercio internacional fragmentado solo profundizará desigualdades y dificultará aún más su progreso económico y social.
Otro riesgo significativo es la aceleración de la desdolarización. El "privilegio exorbitante" del dólar como moneda global ha permitido a Estados Unidos financiar sus déficits comerciales con deuda emitida en su propia moneda. Sin embargo, al imponer aranceles agresivos a sus principales socios comerciales, Washington impulsa la búsqueda de alternativas al dólar, debilitando así un pilar clave de su poder económico y geopolítico.
A nivel internacional, estas medidas han provocado reacciones de rechazo generalizado y amenazas de represalias. China, la Unión Europea, Canadá y Brasil ya preparan o consideran imponer aranceles de respuesta
A nivel internacional, estas medidas han provocado reacciones de rechazo generalizado y amenazas de represalias. China, la Unión Europea, Canadá y Brasil ya preparan o consideran imponer aranceles de respuesta. Kristalina Georgieva, directora del FMI, advirtió claramente sobre el peligro que representan estas políticas en un contexto económico global frágil. La OMC estima que estos aranceles podrían reducir hasta en un 1% el comercio global.
Europa, atrapada en medio de esta disputa, se enfrenta a una posición particularmente vulnerable debido a su parálisis estratégica y exceso regulatorio. Para no convertirse en un simple espectador, Europa debe reaccionar con decisión, reducir regulaciones innecesarias y potenciar su autonomía estratégica, tomando un papel más activo en el
comercio global.
La alternativa viable al proteccionismo no es ignorar los desafíos actuales, sino enfrentarlos mediante negociaciones multilaterales efectivas, reformas estructurales que mejoren la competitividad y estrategias que impulsen la innovación tecnológica, la educación de calidad y el desarrollo de infraestructuras modernas. Países como Alemania o Corea del Sur han demostrado que apostar por la innovación, la apertura comercial y la inversión en capital humano genera crecimiento sostenible y empleo de calidad.
En definitiva, los nuevos aranceles estadounidenses representan un error económico, político y estratégico. No fortalecen la economía, aumentan precios, distorsionan mercados, dañan relaciones internacionales y ponen en peligro la estabilidad económica global. La teoría económica liberal y la evidencia histórica coinciden: la verdadera prosperidad no se alcanza cerrando fronteras y levantando muros económicos, sino mediante la cooperación, la apertura comercial y la confianza en que mercados competitivos y libres son capaces de generar bienestar, riqueza y desarrollo para todos.