El tiempo

Gatillazos presupuestarios

Ya hace unos años propuse canonizar a Cristóbal Montoro por haber sido el único Ministro de Hacienda capaz de conseguir que se aprobaran unos Presupuestos Generales...

Ya hace unos años propuse canonizar a Cristóbal Montoro por haber sido el único Ministro de Hacienda capaz de conseguir que se aprobaran unos Presupuestos Generales que, y de ahí el tinte milagroso por el que pedía yo tal cosa, fueron defendidos a capa y espada por la ministra Montero pocas semanas después de aquella aciaga moción de censura de 2018.  

La verdad es que para quienes nos dedicamos profesionalmente a esto, resultó una anomalía digna de mención porque los Presupuestos Generales del Estado siempre se han entendido como la hoja de ruta económico-política del Gobierno cada ejercicio que plasman, lógicamente, su vis más progresista o más conservadora, según la época. Por ello resultaba cuando menos curioso la facilidad con la que la ministra Montero, partícipe del Ejecutivo de entonces- que es más o menos es el de ahora- se acomodase tan fácilmente a los planteamientos de su homólogo del PP. 

A partir de ahí comenzó una deriva preocupante- un auténtico calvario para quienes creemos y explicamos derecho- que les voy a resumir y que hemos arrastrado hasta hoy sin ningún sonrojo por parte de la misma ministra que es ahora una de las tantas vicepresidentas del Ejecutivo de Sánchez.  

Gatillazos

Y es que los Presupuestos Generales del Estado se convirtieron en los años siguientes en una verdadera quimera, lo que motivó que el Ejecutivo socio-comunista (como lo definía con tino Pablo Iglesias) siguiera viviendo de las rentas de Don Cristóbal con sucesivos “gatillazos presupuestarios”- o prórrogas automáticas para los puristas- que perpetuaron sine die, esa hoja de ruta elaborada por el PP.  

Así fue en 2019- se conoce que la ministra estaba aprendiendo a hacerlos y no acabó de aprender- y en 2020 donde aviso de que, con la que estaba cayendo con el coronavirus, se complicaba la cosa, por lo que lo de hacer o no hacer los presupuestos era un mal menor y, por lo tanto, evitable.  Y con esto ya van tres años de vigencia de unas Cuentas Públicas elaboradas por el ministro Montoro que, como entonces dijo Rajoy, eran tan buenos que fueron capaces de seducir a quienes ni de lejos compartían sus planteamientos (el PSOE y sus socios de entonces todavía más a la izquierda). 

Vagancia e incapacidad supina de aquel Gobierno incapaz de conseguir las mayorías parlamentarias que garantizasen la aprobación de sus propias Cuentas, imponiéndonos un déficit democrático desconocido hasta esa fecha y que, está claro, no iba ser ni el primero ni el único ya que, desgraciadamente, en materia de presupuestos y en tantas otras había venido para quedarse.   Debo aclarar que la prórroga de los Presupuestos Generales del Estado es un instituto constitucional, cierto, pero de carácter excepcional sin que nuestra Norma Fundamental en su artículo 134 avale una prórroga indiscriminada y constante que resulta claramente contraria a los más elementales principios democráticos. 

2021

En 2021, tuvimos un poco más de suerte porque, como es preceptivo, el 31 de diciembre vieron la luz por fin los primeros Presupuestos Generales del Estado del Ejecutivo socio-comunista; y no solo eso, la ministra Montero cogió carrerilla y hasta fue capaz de aprobar unas nuevas Cuentas Públicas para 2022 que se publicaron el día de los santos inocentes y que parecían suponer una vuelta a la normalidad democrática.  En honor a la verdad también consiguió aprobar los Presupuestos Generales del Estado para 2023 atendiendo así a las exigencias que impone cualquier Estado de derecho en el que la aprobación de los Presupuestos supone el mas claro ejemplo del respeto al principio de separación de poderes. 

Pero ay, como diría mi padre, “que poco dura la alegría en la casa del pobre” porque, incapaces de aprobarlos por sus desencuentros con Junts (colaboradores necesarios, socios en esta empresa y miembros de facto del actual Ejecutivo que no puede hacer nada que  estos no le dejen) en 2024 volvieron a las andadas y tuvieron que recurrir de nuevo a la prórroga presupuestaria;  eso sí, con el “firme compromiso”- eso decían- de presentar la Cuentas Públicas comenzado el ejercicio.
 
No obstante, el adelanto electoral en Cataluña llevó Gobierno a dar por perdida la oportunidad de presentar de los Presupuestos para 2024 y, como explicó la ministra Montero, entender que lo más sensato era trabajar en los de 2025 (“sensato”) prometiendo que serían “los mejores Presupuestos de nuestra historia", que no es exagerada ni nada esta mujer. 

Sin presupuestos... Toca disolver la Cámara

Llegados a este punto debo confesarles que, al hilo de explicar esta materia el pasado octubre, propuse una porra a mis alumnos de Derecho y de Doble Grado sobre la aprobación o no de los Presupuestos Generales del Estado para 2025; y no es eso lo peor, sino que, en los últimos años, he sido reincidente en el experimento cosa que entenderá perfectamente quien haya leído hasta aquí.  Muy mal vamos ya para que esa aprobación se lleve a cabo, y la verdad, casi mejor, porque el coste que para España podría tener esa aprobación resultaría seguramente inasumible (aunque anda que no llevamos “tragadas” cosas inasumibles en esta legislatura).    

Llegado el mes de diciembre, como en ocasiones anteriores en las que se ha acudido a la prórroga presupuestaria, se advertía con facilidad que no se daba el “clima político propicio” para que el actual Ejecutivo pudiera sacar adelante las Cuentas Públicas.  Por ello, al Gobierno no le ha quedado más remedio que redefinir el “relato” e intentar convencer a la opinión pública de que este nuevo revés que evidencia la incapacidad de aprobar los Presupuestos Generales del Estado para 2025 y el abuso de la prórroga, no es una muestra palpable de su clarísima debilidad política y parlamentaria, ni un indicio más de la precariedad que ha presidido esta legislatura que aboque a convocar elecciones generales. Al contrario, en breve saldrá la ministra Montero a decir que así tendrá más tiempo de elaborar los de 2026 que, seguro, ya no solo serán los mejores de la historia, sino que esta vez “se saldrán del mapa”. 

Lo explicó a la perfección el presidente Mariano Rajoy con su proverbial ironía hace unos pocos días: "Cuando un Gobierno no puede aprobar sus presupuestos, lo que tiene que hacer es disolver la Cámara y preguntarles a los ciudadanos si quieren que siga gobernando. Que en estos siete años se hayan aprobado tres presupuestos es una broma".