"Dejé mi trabajo para volverme a León, me hace muy feliz vivir aquí y ser profesora"

Hasta los cinco años, Rebeca Álvarez vivió en Lucerna, en Suiza, pero lo cierto es que, siendo su familia leonesa, incluso viviendo fuera, todos los veranos venía a su pueblo, Silván, ubicado en la Cabrera, donde aún a día de hoy sigue viviendo su abuela. A los cinco años, finalmente se asentó junto a su familia en León, comenzando sus estudios en Maristas Champagnat.
“Recuerdo una infancia muy feliz en el colegio y me gustaba vivir en León”, asegura Rebeca, que también relata cómo en aquella época comenzó a practicar ballet, una disciplina que la acompañó hasta los 20 años.
Una vez terminados sus estudios en Maristas, Rebeca empezó a estudiar Ingeniería de Minas en la Universidad de León en el año 2003. Recuerda de manera muy positiva su época universitaria, “para mí, fueron de los mejores años de mi vida, lo pasé muy bien”, asegura. Y es que, tal como relata, a pesar de que fuese una época dura en cuanto a estudios se refiere, ya que fue necesario “dedicarle muchas horas”, Rebeca llegó a tener muchos amigos en la universidad y “me lo pasé súper bien”.
Artillera en Huelva
Pero su vida universitaria no solo se desarrolló en León, sino que en 2006, Rebeca se muda a Huelva para terminar sus estudios, lugar en el que se quedó a trabajar. Durante la carrera, se había especializado en explosivos y, durante su temporada en el sur, se dedicó a hacer voladuras.
En sus nueve años por Andalucía, Rebeca también desarrolló otro trabajo, dedicándose al granito ornamental y llevando a cabo voladuras, “pero de una forma completamente diferente”.
Vuelta a León y nacimiento de una profe
Y en el año 2015, Rebeca decide volver a León. “Dejé mi trabajo para volverme a León, me hace muy feliz vivir aquí”, asegura.
Fue a su regreso cuando conoció a Patricia. “Yo me dedicaba a enseñar a varios chicos mates, física, química, dibujo, y cuando conocí a Patri, ella se dedicaba a dar inglés y lengua. Ahí vimos que juntas cubríamos las necesidades completas a nivel enseñanza, entre las dos abarcábamos todo”, detalla Rebeca y continúa relatando que, fue en aquel comento cuando le dijo a la que actualmente es su socia, “deberíamos montar una academia” y “como somos las dos un poco impulsivas, me dijo que sí”.
Aquella idea, que nació en verano de 2017, tenía previsto ponerse en marcha para el comienzo de curso de 2018, es decir, algo más de un año más tarde. “Pero hicimos una batida para buscar locales y nos encontramos un cartel que ponía ‘se alquila centro de enseñanza’, así tal cual, así que ese mismo septiembre, solo un mes después de que naciese la idea, Academia Trybeca se puso en marcha”.
Aquel septiembre de 2017, empezaron a dar clase “un poco a lo loco” con pocos alumnos, “ocho o diez chavales, no teníamos a nadie, pero solo estábamos arrancando y siempre nos ha ido muy bien”, afirma.
Rebeca pasó de las explosiones a las clases, pero asegura que “dedicándome a la enseñanza estoy muchísimo más feliz que en la empresa privada, estoy muchísimo mejor como autónoma y dedicada a la enseñanza en lugar de a la minería”.
"Me encanta vivir en León"
En la actualidad, Rebeca sigue dando clase en la academia que comparte con Patricia y afirma que “me encanta vivir en León”. Además, entre los beneficios que le aporta la ciudad, “León me gusta por la comodidad que tiene de que puedes ir a todas partes caminando. Además, vivo en el casco histórico y me encanta salir de mi casa y que todo sea tan bonito. Disfruto de esa vista de lo histórico”.
A pesar de las grandes ventajas que supone para Rebeca vivir en León, también asegura que echa de menos algunas cosas, sobre todo si lo compara con sus nueve años viviendo en Andalucía. “Echo de menos la apertura que tiene la gente en el sur, llegas a un sitio y todo el mundo te habla, te invita, nadie se que a un lado, eso me encantaba y creo que aquí en León no lo hay”, detalla. “También me parece que el invierno es demasiado largo, dura demasiado, echo de menos más temporada de sol, de calor, para poder hacer más planes al aire libre”, indica Rebeca, aunque también asegura que “si no hay algo de frío siento que no ha habido invierno y me siento triste”.
Lo que está claro es que, a pesar del largo invierno, León ofrece a Rebeca todo lo que necesita, un entorno perfecto para trabajar, un entorno histórico en el que vivir y un lugar ideal para compartir junto a su familia, lo que, en conjunto “le hace muy feliz vivir aquí”.