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Inés Prada, la primera pregonera de la Semana Santa de León

Inés Prada hizo historia al convertirse en la primera mujer en pregonar la Semana Santa de León | No fue solo un acto simbólico o institucional, sino un momento profundamente emotivo que marcó un antes y un después en las tradiciones locales
Ines Prada
Inés Prada, en la jornada en la que se convirtió en la primera pregonera de la Semana Santa de León.

Inés Prada hizo historia al convertirse en la primera mujer en pregonar la Semana Santa de León. No fue solo un acto simbólico o institucional, sino un momento profundamente emotivo que marcó un antes y un después en las tradiciones de una ciudad que respira fervor, historia y recogimiento en cada paso de sus procesiones.

“Pregonar la Semana Santa de León fue para mí un sueño que iba mucho más allá de un simple acto oficial: era un homenaje a una vida de amor y entrega silenciosa a nuestras tradiciones”, recordó Prada, con la emoción intacta que aún transmite al hablar de aquel día en el que su voz rompió siglos de exclusión femenina en uno de los rituales más solemnes de la ciudad.

Devoción

Su intervención en aquel pregón no solo fue especial por el significado personal que encerraba, sino también por el hecho de romper una barrera invisible pero arraigada: “Pregonar fue especial, además, por ser la primera mujer que asumía ese papel, en un acto que hasta el momento había sido protagonizado por hombres”.

Desde niña, Inés observaba con admiración y cierta nostalgia el paso de las procesiones por el barrio antiguo donde vivía. “Desde niña en el barrio antiguo donde yo vivía veía cómo pasaban por debajo de mi balcón con gran devoción y entrega todas las procesiones”, rememora. Era un anhelo que nacía del corazón, de la pasión silenciosa de una infancia marcada por la fe y la imposibilidad de participar de forma activa.

“Siempre soñé con ser papona, con vestir túnica, cargar con el paso y caminar en silencio como tantos hombres hacían. Pero en aquellos tiempos a las mujeres no les era permitido hacer eso”, confesó. Esa limitación no apagó su deseo. Al contrario, lo fortaleció: “Aquella ilusión no se apagó nunca, creció conmigo, se volvió respeto, devoción, identidad”.

Enorme emoción

Ese cúmulo de emociones contenidas durante años encontró su cauce aquel día de septiembre. “Y fue esa misma emoción, esa misma fuerza contenida durante tantos años, la que me acompañó el día que, por fin, pude pregonar la Semana Santa, que tanto había amado y respetado desde pequeña”.

En su pregón, Prada no habló solo por ella. Lo hizo por todas aquellas mujeres que también soñaron con participar de manera activa en las procesiones y a quienes, durante generaciones, se les negó ese espacio. “Al subir al atril, sentí que no solo había cumplido un sueño propio, sino también el de muchas mujeres que, como yo, habían esperado su momento. Mi voz era la suya. Mi corazón palpitaba con el de aquellas otras niñas que un día habían soñado con vestir una túnica y un capillo”.

Su voz

Porque para ella, aquel instante fue más que un discurso. Fue la materialización de una vida entera de devoción: “Pregonar nuestra Semana Santa fue sentir que, al fin, el barrio, las piedras, el rezo, los sueños y las promesas de una vida entera cobraban vida en mí”.

Hoy, el nombre de Inés Prada no solo figura como una pionera, sino como el símbolo de una tradición que evoluciona sin perder su esencia, abriendo caminos sin renunciar a sus raíces. Su voz sigue resonando entre los muros de piedra y los ecos del incienso, como un recuerdo imborrable de que la Semana Santa también tiene nombre de mujer.