"León es mi ciudad, mi casa y donde me encuentro más a gusto"

Carboncillos, pinturas pastel, óleos y hasta bolis bic. Cualquier herramienta es perfecta para Marina Morla, quien a través de sus obras busca, sobre todo, crear conciencia social.
De carrera, jurista, de vocación, aunque ella asegura no haber tenido nunca ningún tipo de preferencia, lo cierto es que el arte se ha consolidado como una de sus grandes pasiones. Y cuando las cosas se hacen con pasión, los resultados son tan sorprendentes como las obras de Marina.
Su historia, relatada al Heraldo de León, comienza como cualquier otra, una niña afortunada en la ciudad de León que, tras muchos viajes por trabajo al extranjero, siempre regresa a su hogar con ganas e ilusión.
“Nací en León capital y he vivido toda mi vida aquí, salvando periodos en los que por mi trabajo me he tenido que ir fuera”, comienza Marina, quien asegura sentirse “una completa afortunada”. ¿El motivo? “Poder haber vivido en León y trabajar en León”.
Infancia feliz entre León y sus pueblos
Su infancia, un recuerdo de una época muy feliz, transcurrió entre el colegio Leonés y el instituto Lancia, donde Marina asegura haber sido muy buena estudiante y haber consolidado la persona que es hoy en día, también agradeciendo a los profesores que fue teniendo a lo largo de los años, “son personas que, de alguna manera, te van sembrando semillitas de curiosidad que luego vas desarrollando en el futuro”, asegura. También recuerda pasar gran parte de su tiempo durante la niñez en los pueblos de sus abuelos, “recuerdo los veranos en Villanueva de las manzanas y en San Cipriano del Condado, los pueblos de mis abuelos maternos, también en Canales, de donde eran mis abuelos paternos y donde nos juntábamos toda la familia”, relata.
Finalizados sus estudios básicos, en el momento clave en el que cualquier joven debe decidir su futuro, Marina asegura no haber tenido ninguna vocación marcada, por lo que dudaba entre una carrera universitaria o formación profesional, aunque afirma, “sabía que me gustaba mucho pintar. Siempre me gustó pintar cuando estaba en el cole y era algo que para mí era sencillo, fácil de hacer y que daba un resultado bonito”.
Pero lo cierto es que, a pesar de haber sido aceptada en la escuela de diseño gráfico de Asturias, “finalmente decidí, animaba también por mi madre y otras personas, que la opción más segura era la carrera de derecho”.
La seguridad de la carrera de derecho
Los cuatro años que duró la carrera fueron otra gran etapa en la vida de Marina, “guardo muy buenos recuerdos de muchos compañeros y que todavía hoy son buenos amigos”. Pero a pesar de seguir siendo buena estudiante, Marina seguía sin sentir una vocación muy marcada. Entonces, “después de la carrera y como había seguido pintando, pensé que quizá tenía que darme una oportunidad en el mundo del arte. Así que en lugar de seguir por el camino normal que seguiría cualquier jurista que sería estudiando el máster de abogacía, luego colegiándose y empezando a ejercer, yo decidí parar cuando terminé la carrera de derecho y me dediqué un año entero a explorar otras cosas”.

La aventura del arte
Y entre esas cosas, por consejo de su padre, que también había dejado pocos años atrás su trabajo como funcionario para lanzarse a la aventura del arte como escultor, “decidí empezar un curso anual de joyería en la Escuela de Oficios Artesanos y Artísticos de Valladolid”.
Durante ese año, las experiencias de Marina en el mundo del arte fueron muchas y de lo más enriquecedoras, “me fui a Nueva York a estudiar tres cursos en la escuela de arte de Arts Students League, donde aprendí mucho, en un ambiente muy profesional, me gustó mucho ese cambio de aires. También tuve algunas exposiciones, por ejemplo, las dos primeras que hice en museo fueron en Vela Zanetti, una exposición colectiva homenaje al pintor y luego otra exposición temporal exclusivamente mía. Fue una experiencia tremenda, estaba repleta de felicidad al tener esas oportunidades”, asegura.
Pero mientras Marina se dedicaba a explorar su faceta artística, no se había descolgado del todo del mundo del derecho. Y es que, tal como afirma, “a parte de todas las herramientas que me dio, todo el conocimiento y la cultura”, su trabajo de fin de grado, dedicado a la investigación sobre la falta de acceso a los precios de algunos medicamentos, levantó en ella un interés que aún a día de hoy forma parte de su iconografía.
Vuelta al derecho y doctorado
“Me gustaba mucho el tema de la salud, el derecho sanitario y empecé a ir a congresos académicos para difundir los resultados de mi investigación y me encontré un mundo nuevo dentro del derecho, pero completamente inexplorado por mí a lo largo de la carrera. Pero al descubrirlo, también descubro una vocación por la investigación”, relata. Y es a partir de ese momento cuando Marina, al darse cuenta de que la investigación era algo que le gustaba y para lo que tenía capacidades, decide seguir formándose en este ámbito, primero haciendo dos másteres, para luego poder hacer una tesis doctoral. “Cursaba el máster de abogacía aquí en León entre semana y luego los fines de semana me iba a Madrid a estudiar un máster en derecho sanitario. Eso, sumado a la carrera, fue suficiente para conseguir una beca de cuatro años para realizar un trabajo de investigación más denso que dediqué al estudio de la medicina personalizada de precisión y a dar clase en la facultad de derecho y en la facultad de biotecnología”.
Así es como Marina, sin habérselo casi planteado, escogió un rumbo en su vida dentro del mundo del derecho, empezando “cuatro años fantásticos de experiencias, de viajes, de nuevos ambientes. Estuve tres meses en Países Bajo y un total de seis meses en Reino Unido entre las universidades de Oxford y York”. Finalmente, en septiembre e 2023, Marina defendió su tesis, “uno de los días más bonitos de mi vida, donde estaba la gente que más quiero, la más importante”, recuerda emocionada.
Un gran esfuerzo que ha tenido una gran recompensa, ya que Marina es ahora profesora contratada en las facultades de derecho y biotecnología de la Universidad de León. Además, en la actualidad, también se ha convertido en secretaria en la Facultad de Derecho.
El arte, una constante en su vida

Pero la pintura siempre ha seguido formando parte de su vida, siempre que sus obligaciones profesionales se lo permiten. “He recibido clases de artistas de Corea, de artistas de Estado Unidos y también españoles, lo veo un método muy atractivo para conocer nuevas técnicas”, asegura.
Un aprendizaje constante que ha llevado a Marina a seguir exponiendo su arte. Y es que, en la actualidad, cuenta con una exposición en la Biblioteca Pública de León, una continuación de una primera parte que se vio frustrada, hace ya cinco años, por el confinamiento.
Exposición de Marina Morla en la Biblioteca Pública
Marina relata al Heraldo de León los entresijos de las obras que forman la llamativa exposición: “Cuando entras en el hall de la biblioteca, a la derecha puedes ver cinco piezas de tamaño un poco más grande hechas con carboncillo y pastel. Son piezas de retratos africanos. A uno de estos cuadros le tengo un cariño especial, es el más grande, en el que se puede ver a una mujer, y muestra el problema de la venta de medicamentos en el mercado negro en algunas zonas de África, donde debido a la falta de acceso a los precios de estos medicamentos por parte de los estados correspondientes y debido al contrabando, se vive una situación precaria en la que las mujeres se encuentran vendiendo medicamentos, como en el cuadro, con un caldero en la cabeza por las calles. Me impactó mucho esta realidad y reflejaba mucho y muy bien el trabajo que yo había realizado de investigación, por lo que me pareció muy adecuado ilustrarlo de alguna manera”, explica y añade, “a este cuadro le tengo especial cariño porque tiene mucho tiene un mensaje contundente detrás, en el que intento reflejar, a través de la mirada de la mujer, una forma de interpelar al espectador para que tome conciencia de un problema de salud pública”.

El resto de obras de la zona, tal como asegura la artista, son muy coloridas y muestran a niños que llevan joyas y la piel pintada. Para esta colección, Marina detalla que ha llevado a cabo una investigación exhaustiva de ciertas culturas africanas y relata haber aprendido que “para ciertas culturas africanas, utilizar el color y la joyería es muy representativo y tiene un peso cultural muy importante”, algo que plasma a la perfección en su obra.
A la izquierda, se puede encontrar un cuadro a óleo de un niño con un pájaro cogido por las alas sobre el pecho, se trata de un retrato de una foto del fotógrafo Hans Silvester, una obra que Marina ya había tenido expuesta en el Palacio Don Gutierre.
También en el lado izquierdo se pueden apreciar una serie de dibujos elaborados con bolígrafo, unos retratos de niños africanos y de otras culturas, “utilizo un bolígrafo Bic de cuatro colores tradicional”, explica y continúa, “lo que me ice la experiencia y el tiempo que llevo exponiendo es que estos son los más llamativos, los que más suelen gustar a la gente, supongo que por el tamaño, son dibujos pequeños que requieren muchísima precisión y que están hechos a bolígrafo”. También explica que, cuando la gente le pregunta que, cómo utilizando solo bolis, es capaz de sacar esos colores, Marina asegura que la explicación es sencilla, “el rojo, el verde, el azul y el negro, en función de cómo los mezcles, te pueden dar una paleta inmensa de colores”.
La clave, para la artista, está en la práctica y, sobre todo, en el ojo que mira.

León, su ciudad
Una increíble exposición que se encuentra, tal como contaba Marina, en la Biblioteca Pública de León. Esta es su décima exposición, pero antes ha habido muchas otras, en el hall de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León, en Vela Zanetti, también en la misma biblioteca, en el Palacio Don Gutierre y en la Galería Cinabrio. Y fuera de nuestras fronteras también ha llegado el arte de Marina Morla, concretamente al Palacio de Congresos de Asturias, en el Calatrava, en Oviedo, y a la Galería de Arte de Paulo Neves, en Portugal, “un paso muy importante”, tal como asegura la artista.

Su trabajo y su pasión han llevado a Marina a múltiples destinos lejos de su León natal, a países del norte, “donde el tiempo cambia mucho, cuesta un poco adaptarte porque es otro idioma y otra cultura, aunque lo terminas disfrutando”; también a grandes capitales como Madrid, Barcelona o Nueva York. Y si algo ha sacado en claro es que “siempre que he estado fuera, he tenido ganas de volver a casa. Soy una afortunada de poder vivir aquí, también porque aquí es León vive toda mi familia y me gusta mucho estar con ellos, con mis amigas, que las adoro. Es una ciudad con una calidad de vida altísima para vivir, para estudiar, para trabajar, para pasar la jubilación y para envejecer”, y concluye exclamando, “León es mi ciudad, mi casa y donde me encuentro más a gusto”.
Pero Marina también asegura ser consciente de una problemática que presenta la ciudad, una población envejecida, falta de oferta cultural para los jóvenes y poca explotación del gran potencial histórico, artístico y cultural que presenta León.
“Si tuviese que hacer una reflexión sería esta, ojalá León, poco a poco, vaya cobrando más presencia en la mirada pública y vaya teniendo más protagonismo en la esfera nacional, sobre todo en lo relativo a darle un impulso cultural, un impulso empresarial y atraer talento”, finaliza.
Marina es arte, es cultura y es dedicación. Tiene a la vez el alma incansable de aventura de una pintora y el saber estar de una jurista y profesora de universidad. Y todo eso se refleja en sus obras.