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365 leoneses | Belén Louzao, reina Carnaval

“Ser reina de Carnaval es impresionante, pero disfrutar junto a mi madre fue lo mejor”

Belén Louzao fue reina de Carnaval en el año 2003 junto a su Comparsa Cascabel de Mansilla de las Mulas | "Raro era el año que no estaban los premios de León disputados entre comparsas mansillesas"
Belén Louzao con el traje que fue coronada Reina del Carnaval en 2003, junto a su madre, Elvira, miembro también de la Comparsa Cascabel.
Belén Louzao con el traje que fue coronada Reina del Carnaval en 2003, junto a su madre, Elvira, miembro también de la Comparsa Cascabel.

Belén Louzao participó por primera vez en el Carnaval leonés con tan solo cuatro años, en el año 1989, cuando se fundó la Comparsa Cascabel de Mansilla de las Mulas, de la que formaba parte junto a su madre, Elvira.

Recuerda que pertenecer a una comparsa no solo significaba salir a desfilar el día de Carnaval, sino que implicaba muchas horas y mucho esfuerzo, “se pasaban cosiendo desde octubre” y todo lo que englobaba esta gran fiesta se convirtió, para Belén, en toda una tradición. Rememora los momentos en los que decidían cuál iba a ser el traje de esa edición, ir a la tienda de las telas “millones de veces”, que solían comprar en los clásicos Almacenes San Froilán, “pero antes estaban en un local justo enfrente”, asegura.

Belén afirma que, a lo largo de los meses, desde que comenzaban a elaborar los “magníficos trajes”, hasta la llegada del Carnaval, todo era “top secret”, “mi madre me decía que no podía contar a nadie lo que estábamos haciendo”, relata, ni siquiera permitían que el resto de comparsas del pueblo viesen sus telas.

El arduo trabajo, tanto de su madre como del resto de mujeres que se encargaban de coser, se veía reflejado en los resultados, “quedamos muchas veces reinas de Carnaval en León, además de damas, y también ganamos en varias ocasiones el primer premio a las Comparsas”.

Y no solo la Comparsa Cascabel, otras agrupaciones mansillesas también se posicionaban entre las favoritas de los Carnavales leoneses, “en león se esperaba siempre que llegaran las de Mansilla”, asegura Belén, y continúa “raro era el año que no estaban los premios de León disputados entre comparsas mansillesas”, que, por aquel entonces, tal como recuerda, había “unas tres o cuatro contando con la nuestra”.

Belén Louzao, reina de Carnaval 2003

Después de “toda una vida” formando parte de la Comparsa, Belén decide presentarse a reina de Carnaval en el año 2003, ya con 18 años y 14 de experiencia en este evento.

Pero, a pesar de los años que llevaba desfilando entre sus compañeros, la idea de enfrentarse ella sola al certamen “le aterraba”. Belén asegura que, siendo una persona muy tímida, era una situación que le hacía salir de su “zona de confort”, “soy muy vergonzosa, me apunté porque a mi madre le hacía mucha ilusión, pero al final saqué algo muy positivo de la experiencia, me encantó poder vencer la vergüenza y disfrutar desde la carroza de ese Carnaval”, afirma.

De la celebración de ese certamen, Belén cuenta al Heraldo de León el momento en el que subió al escenario con su impresionante traje, “la Plaza Mayor estaba repleta de gente, según subí al escenario y vi al público, me impactó, el ambiente, los focos, además, el traje pesaba ‘un quintal’”. De aquel emblemático Carnaval de 2003 también recuerda ir en la carroza, saludando a la gente y disfrutando del triunfo conseguido.

El año en el que Belén fue coronada solo tenía un traje, con el que se presentó, pero lo habitual de la Comparsa Cascabel es que preparasen, incluso para la candidata a reina, un segundo disfraz, similar al del resto de miembros, para poder desfilar con los demás si no resultaba ganadora. Se arriesgaron y triunfaron, a pesar de que “aquel año éramos 14 candidatas, con trajes muy elaborados, lo que menos pensé es que fuéramos a ganar”.

También asegura que el premio de ser reina del Carnaval era muy llamativo, “unos 1.200€ que, por aquel entonces, hace más de 20 años, era mucho dinero”. Aunque insiste en que, a pesar de la cuantía, ese dinero cubría monetariamente la elaboración del traje, “pero el trabajo, las ideas, la mano de obra y la cantidad de horas que echaban cosiendo era incontable”.

Pasión heredada

La emoción con la que habla Belén del Carnaval está arraigada a su familia. "A mi madre le gustaba mucho el carnaval, de joven se disfrazaba con mi tío", comenta y detalla que fue una de las precursoras de la comparsa.

También detalla que su padre, que trabajaba fuera toda la semana, solía llegar los martes de Asturias para irse a seguir sus labores en Zaragoza, pero que “el Martes de Carnaval siempre se quedaba para vernos salir en el desfile”.

Aquellos míticos Carnavales mansilleses en La Estrella

Pero Belén no solo recuerda con gran cariño el Carnaval de León, también habla de que su comparsa, que llegó a estar formada por más de 50 personas, “incluso familias, varias generaciones”, visitaba otros lugares y llevaba su pasión por el Carnaval a otras fiestas. “Íbamos a Carrizo, León, Astorga e, incluso, Mieres”, relata, “y luego ellos venían aquí, a Mansilla, era una manera también de atraer gente al pueblo”.

Recuerda esos Carnavales en su pueblo con mucha emoción, la Comparsa Cascabel organizaba algún baile y la clásica ‘Estrella’ abría sus puertas el lunes de Carnaval para celebrar lo que se conocía como ‘el lunes de los caramelos’, ya que, como asegura Belén, “Pencho abría La Estrella y nos daba una bolsa de caramelos al entrar”.

También menciona la gran comunidad que se creaba alrededor de esta festividad, y no solo por la cantidad de horas que su Comparsa compartía durante los meses previos y la ilusión de desfilar juntos en diferentes localidades, sino también porque “con la cuota anual que pagábamos, además de utilizarlo para telas y demás materiales, cuando terminaban los Carnavales, nos íbamos de cena todos juntos”.

Disfrazarse como ley

A pesar de que, en la actualidad, Belén ya no forma parte de ninguna comparsa, su pasión por el Carnaval sigue latente. “Aprovecho cualquier oportunidad con mis amigas para disfrazarme, no solo en Carnaval, también en Halloween o, incluso, en cualquier cumpleaños u otra fiesta”, cuenta divertida.

“Ya no utilizamos los increíbles trajes que usábamos en aquellos Carnavales, que recuerdo con mucho cariño, pero el sentimiento es el mismo. Y es que, para mí, el significado de Carnaval, aunque pueda resultar contrario, es poder quitarse ‘la máscara’ y disfrutar, siendo uno mismo, de la diversión de una fiesta única”, expresa. “Ser reina de Carnaval es impresionante, pero disfrutar junto a mi madre y mis amigos fue lo mejor, por eso me gusta seguir disfrazándome siempre que puedo”, finaliza.