¿Quién será el próximo Papa?

El fallecimiento del Papa Francisco, o incluso su eventual renuncia, ha abierto ya una etapa de discretas maniobras en los pasillos vaticanos. Como en cada sede vacante, las quinielas sobre quién podría convertirse en el nuevo líder de la Iglesia católica cobran fuerza. Aunque la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis prohíbe expresamente la campaña abierta entre cardenales, analistas y observadores vaticanos —especialmente italianos— ya han comenzado a trazar los perfiles de los llamados papables.
Entre ellos figuran Pietro Parolin, Matteo Zuppi, Luis Antonio Tagle, Péter Erdó y Peter Turkson, nombres que encarnan distintas sensibilidades dentro del catolicismo contemporáneo, entre el continuismo del pontificado de Francisco y una eventual vuelta a posturas más conservadoras.
Los continuistas: guardianes del legado de Francisco
El cardenal Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, es considerado uno de los favoritos más firmes. Su figura representa la continuidad con la política internacional de Francisco y su perfil diplomático, unido a su amplio conocimiento de la curia, lo colocan en una posición de ventaja.
Junto a él aparece Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y nombrado por Francisco como su enviado especial para la paz en Ucrania. Conocido por su perfil dialogante y su cercanía a los movimientos sociales, Zuppi encarna una proyección pastoral y reformista que recuerda al actual Papa.
También suenan el ghanés Peter Turkson, antiguo responsable del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, y el francés Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella, ambos estrechamente vinculados al estilo inclusivo y social de Francisco.
Diálogo y moderación como claves
En otro bloque se sitúan candidatos como el húngaro Péter Erdó, conservador pero moderado, o el filipino Luis Antonio Tagle, quien ha logrado tender puentes entre las alas progresista y conservadora de la Iglesia. Su figura es vista como un símbolo de unidad en un momento en que el catolicismo global parece fragmentado en visiones enfrentadas.
También destaca el luxemburgués Jean-Claude Hollerich, reformista moderado y alineado con el proceso sinodal impulsado por Francisco. Aunque no aparece en todas las quinielas, su perfil responde a las características más valoradas por muchos cardenales: moderación, visión global y capacidad de diálogo.
Los ‘king makers’
Otros purpurados, pese a su protagonismo, difícilmente serán elegidos por su edad avanzada o por representar extremos ideológicos. Es el caso del guineano Robert Sarah, referente del ala más conservadora y crítico con muchas de las reformas de Francisco, y del austriaco Christoph Schönborn, conocido por su cercanía a las posturas inclusivas con la comunidad LGTBI. Ambos han sido influyentes, pero sus 80 años son un freno considerable a cualquier posibilidad real de elección.
Una Iglesia cada vez más global
El Papa Francisco nombró cardenales de todos los rincones del planeta, lo que ha diluido la hegemonía europea en el colegio cardenalicio y complica las previsiones. Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa, destaca por su defensa de la justicia social y del medio ambiente; el brasileño Sérgio da Rocha, arzobispo de Salvador de Bahía, y su compatriota Leonardo Steiner, de Manaus, también figuran entre los citados.
Aunque Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, ha sido mencionado por Reuters, ningún español figura entre los favoritos más repetidos por los analistas. En cambio, otras figuras como el esrilanqués Malcom Ranjith, el sueco Anders Arborelius, el arzobispo de Yangon Charles Bo o el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, completan la lista que maneja el proyecto estadounidense The College of Cardinals Report, cercano a círculos conservadores.
El factor sorpresa siempre está presente
La historia de los cónclaves demuestra que las quinielas suelen fallar. Jorge Mario Bergoglio no era uno de los favoritos en 2013, pese a haber sido considerado papable en el cónclave anterior. Su elección como primer Papa jesuita y latinoamericano fue inesperada, y marcó una ruptura con varias tradiciones.
El próximo cónclave podría volver a sorprender al mundo.