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Reportaje

Trébol, historia viva del cine

Coleccionista, apasionado de la proyección y de los proyectores y un manitas, en definitiva, Miguel Pérez 'Trébol' es un amante del cine y lo está dejando como legado en una increíble colección con piezas históricas

Si se tuviese que definir la profesión y pasión de Miguel Pérez, más conocido como Trébol, con una única palabra, sería imposible. Y es que no es posible abarcar todo lo que hace de manera sencilla. Miguel es coleccionista, pero para lograr la increíble colección que alberga hoy en día, con alrededor de una centena de proyectores de cine que bien podrían crear una línea cronológica de la historia del séptimo arte, Trébol ha trabajado también proyectando en diversos cines de renombre de la zona del Órbigo y se ha dedicado, en el taller que él mismo creó en su casa, a arreglar piezas históricas.

Pasión con décadas de historia

La relación de Trébol con el cine comienza cuando tenía tan solo 14 años, momento en el que un joven entusiasta probaba su primer trabajo. Empezó los domingos en el Cine Gordon de Veguellina de Órbigo, de la mano de su profesor cinematográfico, Adolfo García Fines, quien sería una figura muy importante en la vida y carrera de Miguel. Este le enseñó a limpiar los proyectores, a cambiar los carbones y a regularlos cuando se encontraban en marcha, pero también le enseñó lo más importante, a amar el cine.

Lo que comenzó siendo algo esporádico, pronto se convirtió en la rutina dominguera de Trébol, primero en su Veguellina natal y más tarde, acompañado siempre de Fines, en el Cine Imperial de Benavides del Órbigo. Pero, como a todos los jóvenes de aquella época, le llegó el servicio militar, lo que le llevó a ausentarse de su tierra y de su labor en el cine durante una temporada.

De la mili al Cine Apolo

A su regreso, el cine de Benavides había cerrado, pero eso no supuso, ni de lejos, el fin de la historia de Miguel con el cine. Y es que, fue nuevamente el propio Fines quien le llevó de nuevo junto a los proyectores cinematográficos, en esta ocasión en el Cine Apolo de Astorga, en el que ya contaban con sistemas más novedosos.

En esta nueva oportunidad comenzó como mero ayudante, pero después de que la persona encargada de las proyecciones, junto a Adolfo, presentase problemas de salud, Trébol se convirtió en una figura indispensable junto al proyector de la sala.

Pero Miguel no limitaba su pasión a las pantallas del cine, iba mucho más allá, “llegaba a casa y me metía en la habitación, que había convertido en taller, a buscar las posibles soluciones a los problemas que presentaban las máquinas”, asegura.

Muy pronto, su pasión por su trabajo le llevó a adquirir su primer proyector propio, un icónico Súper 8 de la época. Su colección no había hecho más que empezar.

Desde entonces, su casa ha sido testigo de la llegada de todo tipo de proyectores de distintas épocas que, tras pasar por las manos de Trébol, quedaban como nuevos, listos para usarse. Cada vez compraba más aparatos para reparar.

Balbino Ferrero, periodista y concejal de Villarejo de Órbigo, conociendo las reliquias que Miguel guardaba en su casa, fue el que le animó a exponerlas al público y quien le ayudó a catalogarlas. De este modo, parte de la colección se trasladó a la Sala de Exposiciones Villarejo.

Impresionante colección

Dentro de la impresionante colección de Trébol, además de proyectores de múltiples décadas, comenzando por el más antiguo, que data del año 1910, un aparato a manivela que registra los orígenes del cine, también se pueden encontrar otros elementos cinematográficos como equipos de sonido, programas de las películas que se proyectaban en el cine, así como tacos de entradas de los cines en los que Miguel trabajó.

Trébol habla con pasión de todos y cada uno de los elementos que componen su colección, la cual le ha llevado a conseguir la Medalla Lumière del cine, en 2016, gracias a su exposición y su labor explicando al público todo lo que él sabe sobre cada una de las piezas, que no es poco.

Además, Miguel colabora cada año en la celebración del Festival Internacional de Cortometrajes del Órbigo ‘Luna de Cortos’, que este año celebra su duodécima edición.

Convertir la colección en museo

Una vida dedicada al cine, su pasión, que, a día de hoy, intenta inculcar a otros a través de su exposición. Pero Trébol manifiesta estar molesto y disgustado de no recibir ayuda para poder convertir su incalculable colección en un museo y tristemente asegura que, de no encontrar opciones locales, sería una pena, pero se vería obligado a aceptar alguna de las ofertas que ya ha recibido de grandes ciudades como Madrid o Barcelona.

Historia viva del cine, historia viva del Órbigo que, esperemos, pueda quedarse dentro de nuestras fronteras.